Las antiguas diversiones quintanareñas

FERIAS Y FIESTAS CIVILES

  Durante los siglos XVI y XVII los quintanareños eran gente muy divertida y dada a las fiestas múltiples. Hemos contado más de cincuenta y dos fiestas anuales, además de los domingos. Estas fiestas se pueden dividir en dos clases: fiestas civiles, como la feria y las que pudiéramos llamar políticas y fiestas religiosas.

LA FERIA

Es la primera fiesta que nos encontramos. Fiel a su denominación, la feria es fundamentalmente una ocasión comercial y económica en que se vendían toda clase de géneros sin impuestos. Por ello atraía muchos compradores y vendedores. Poco a poco se van uniendo celebraciones festivas, que son las que acaban con su primitivo sentido comercial y la transforman en lo que actualmente es: una colosal verbena.

La feria se celebraba antiguamente el día diez de Agosto, San Lorenzo, aunque en muchas ocasiones de deja para después de las fiestas de la Virgen de Agosto.

Se instalaba en lo que entonces llamaban la plaza de la Audiencia, que es la actual del Ayuntamiento, y consistía fundamentalmente en una serie de puestos para los feriantes que exhibían sus mercancías. El año 1573 se intentó ampliar la feria y atraer mayor número de feriantes, para ello el Ayuntamiento ordenó que no se cobrasen impuestos a los feriantes durante tres años y que los puestos no pagasen alquiler a los particulares sino al propio Ayuntamiento, en 1603, acuerda que se vuelvan a cobrar impuestos y alquileres a los tenderetes de la feria.

Por entonces Quintanar muestra una aspiración: tener una «feria franca», es decir, lograr que se montase un gran mercado anual abierto a toda clase de mercancías y sin pagar impuestos reales, con el fin de ofrecer más baratos los géneros. Hubiese sido un auténtico éxito económico que podría haber potenciado la actividad comercial quintanareña. Pero no eran tiempos para que el Estado dejase de cobrar impuestos y por ello el día 29 de Julio de 1610 se presentó en Quintanar Damián García, enviado por el fiscal del Rey para comunicar al Ayuntamiento una provisión real «por la que se manda en esta villa no haya feria franca en ningún tiempo. Lo cual fue obedecido y mandado cumplir».

La negación de feria franca ponía al pueblo en desventaja con los pueblos de alrededor, donde comenzaron a celebrarse mercados francos sin autoridad real. Por ello en 1634, el Ayuntamiento decide tomar una acción conjunta con Ocaña y Alcázar para tratar de impedir una feria franca que habían introducido en El Toboso sin permiso del Rey «y con grandísimo daño a esta Villa».

De todas formas la sencilla feria quintanareña se transformaba poco a poco en unas fiestas de toros y diversiones. Se introdujo, en primer lugar, una «colación» que consistía en repartir fruta al pueblo y confites a los concejales. A ello se unió, posteriormente, el dedicar ocho toros a ser corridos por las calles.

FIESTAS POLÍTICAS

Durante el reinado de Felipe II, Quintanar fue, como ya sabemos, cabeza de Gobernación o, como hoy diríamos, capital de provincia. Por ello se veía obligado a celebrar con solemnidad los acontecimientos políticos que coincidían con los acontecimientos de la familia real.

La primera ocasión que conocemos es la boda de Felipe II con su cuarta esposa doña Ana de Austria. Dicha señora vino desde Flandes para casarse con el Rey. Su desembarco en Laredo, el día tres de Octubre de 1570, había de celebrarlo Quintanar pues era cabeza de gobernación «y de ella se ha de tomar ejemplo». Las fiestas que se organizan consisten en comprar ocho toros, dos para matarlos y los demás «para capearlos y holgarse en ellos». Naturalmente los toros habían de comprarlos con los únicos bienes que el Ayuntamiento tenía: la leña del monte.

Además se ordenó hacer cincuenta «hachas de pez» para iluminar las «partes más acomodadas de la Villa» con luminarias la víspera de la fiesta.

Un año después, la reina dió a luz a su primer hijo, lo cual fue considerado por el Ayuntamiento como un gran regocijo que había que celebrar, pues ya había Príncipe heredero. Las fiestas se organizaron para el día de los Reyes de 1572 y consistieron en una procesión solemne, para dar gracias a Dios de tener un príncipe heredero, a la cual acudirían todas las cofradías «con pendones y cera» y en ella habría danzas con premios para los mejores. Por la tarde se organizó una corrida de ocho toros y un juego de cañas a caballo por cuadrillas de caballeros. Al día siguiente hubo un juego de sortija en la plaza, en la cual varios mozos a caballo trataban de conseguir unas cintas que  pendían de una cuerda atravesada. Estos mismos caballeros, con disfraces y regalos, amenizaron la noche que estaba iluminada con faroles y luminarias que los vecinos pusieron en sus ventanas.

Lo que no podrían pensar los quintanareños es que el niño Fernando, cuyo nacimiento así celebraron, iba a morir cuatro años después.

En 1573 la Reina tuvo un nuevo hijo. En agosto de 1573 nace el Infante Carlos Lorenzo y el Ayuntamiento de Quintanar acuerda que «es razón que esta villa haga demostración de mucho contento y alegría pues es cabeza de Gobernación».

En efecto, se organiza un repique general de campanas para el día de San Bartolomé con procesión a su ermita. Por la tarde se celebra una curiosa fiesta que se parece a los actuales moros y cristianos del Levante español. Se forma un castillo en el que lucharán una compañía de moriscos -recientemente llegados al pueblo- contra otra compañía de cristianos. Al día siguiente se capean sis toros de los cuales sólo se mata uno.

Esta fiesta estuvo acompañada de una colación al pueblo y por un hecho sorprendente: se le regala a cada concejal «seis varas de tafetán doble de color» par que con ellas se hagan un nuevo y elegante traje para las fiestas. Claro que en la reunión del Ayuntamiento no faltó el concejal que protestase por los gastos, como Luis Villaseñor que dijo que «convenía que los vestidos los trajesen cada uno de su casa y de sus dineros». Pero la propuesta no prosperó.

Otra vez se plantea el problema de los gastos festivos y el Ayuntamiento acude a sus fuentes financieras de siempre: la leña del monte y por ello acuerda pagar los gastos con «encinas secas y leña», a lo cual, se añade, el Gobernador ayudará por su parte.

Tampoco podrían prever los quintanareños que el Infante Carlos Lorenzo, en cuyo nacimiento los concejales iban a estrenar sus vistosos trajes de tafetán, iba a morir antes de dos años. Y entonces celebraron las fiestas del luto.

 

Juan Martín de Nicolás Cabo. (1983)

 

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Feria y Fiestas. Agosto 1976

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Ferias y Fiestas. Agosto 1973

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Fiestas. Agosto 1974

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Ferias y Fiestas 1977

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Libro de Ferias y Fiestas 1968

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